Se detuvo el movimiento, el latido paró en seco y con él su vida. Entonces la tragedia. La Nada. El frío. Algo desgarrado brota desde el mismo centro de tu alma. Tu útero vacío que albergó su vida se ha convertido en la propia tumba de tu hijo. Vértigo. Silencio. Tu pecho siente el hormigueo del alimento que espera al bebé, que no comprende que ya no vendrá, que ya no, que ya nunca. Está muerto. Un ser indefenso que ahora habita en otro plano distinto al terrenal. Sorpresa, culpa, ira. Y tú te dejas arrastrar por la marea, inundada por el letargo. Los brazos rotos. Tu yo más auténtico se desvanece junto con la ilusión. Dónde estás. Sumida en la soledad, sabiéndote en un camino que ya no se puede desandar. Por qué. Regalaste vida y terminó por alcanzarle la muerte. Se fue. Quisiste dar amor pero no así. Un bebé en el cielo, una mamá incompleta, una familia fragmentada. Te amo. Sueño con abrazarte.
@laamatxudeageryhegoi